Ayer recibí una llamada telefónica. ¿He dicho una? Miento. Ayer recibí cuatrocientas llamadas (más o menos) de un mismo número. Vale, reconozco que si hubiera contestado a alguna de las 399 (más o menos) precedentes la cosa habría terminado antes. Pero bueno, por lo que sea, hasta la 400 no contesté. El que me llama (hombre y con acento español, que tanto lo uno como lo otro, viendo de lo que se trata, ya es novedoso) se presenta como portavoz de una compañía telefónica. Teniendo en cuenta que ando metido en uno de esos frecuentes cambios de compañía de los que uno trata de sacar provecho mientras se aprovechan de uno, pues me pareció, si no normal, sí lo habitual recibir su llamada. Como no quiero hacer publicidad, ni de la buena ni de la mala, de ninguna compañía, digamos que las implicadas son Timoestrella y Yotetimo. De ese modo es prácticamente imposible que alguien pueda reconocerlas. Pues bien, el telefonisto español, tras asegurarse de que soy yo y no otro el titular de la cuenta, comienza a enojarse conmigo. Como os lo digo. Me empieza a echar una bronca de tres pares de cojones, con perdón. ¿El motivo? Dejarme engañar como un tonto por la compañía telefónica. No la suya, se entiende, sino la otra. Pero el tio es que está realmente enfadado conmigo. No por cómo soy yo como persona, que en ese aspecto me deja claro que soy o parezco un tipo estupendo, sino por cómo soy como titular de una cuenta de teléfono. Soy, por lo visto, un titular de cuenta telefónica estrafollador. Que dicho así no suena mal, y tal cual se lo digo a El Telefonisto Enojado (a partir de ahora ETE) comunicándole asimismo mi más sincero agradecimiento por lo que considero un halago. El interpelado se carcajea de mi, pero no con esas carcajadas alegres que te dejan buen rollo como de colegueo, sino con esas otras maquiavélicas, con un puntito de asco rencoroso dirigido desde el que la emite hacia el que la recibe, para luego explicarme en tono displicente que eso significa que soy un manirroto, un dispendiador, que gasto rápido y más de lo que tengo. Apabullado ante tal explicación y avergonzado ante mi clara desventaja dialéctica, sólo puedo contestar un pírrico y poco convincente: "Ah".
Llegados a este punto, en el que ya estoy completamente desarmado y totalmente convencido de que yo y sólo yo, soy el culpable único de mi invalidez como titular de una cuenta telefónica, ETE cambia de registro. Pasa a un tono conciliador. Su voz se vuelve más suave y melosa, pero sin perder ni un ápice de virilidad ni autoridad. Porque según pasa a explicarme, aunque yo sea culpable claramente de mi propia estupidez e incompetencia, a la vez soy víctima de una malvada compañía telefónica, no la suya, se entiende, sino la otra, que se aprovecha de los estrafolladores empedernidos y de las viejecitas peinaovejas. Siento su sincera conmiseración para conmigo. Su verdadera lástima. Eso, evidentemente, me llega al corazón. Guarda un par de segundos de silencioso luto. Yo aprovecho para sorberme los mocos y enjugarme una lágrima.
Por último, tras ese receso sentimental, ETE vuelve a su punto original. Al que le da nombre. Despotrica de la compañía telefónica, no la suya, se entiende, sino la otra, hablando de determinadas irregularidades ilegales que han cometido para con mi persona titular de una cuenta telefónica, los malvados operadores telefónicos engañabobos. Vuelve a resaltarme lo estúpido que fui yo al no darme cuenta de tales atropellos, pero repitiéndome que no es sólo responsabilidad mía, que uno no tiene la culpa de nacer imbécil, ni incluso, de nacer normal pero volverse imbécil con el tiempo. Pero que ahí está él, ETE, para ayudarme en todo lo que necesite. Para hacerme entender aquello que en mi cortedad no comprendo. Para empujarme hasta con violencia, si fuera menester, para llevarme de nuevo a pescozones a la buena senda, a la de las compañías telefónicas (la suya, se entiende) altruistas. Esas a las que hasta les cuesta dinero trabajar para nosotros, porque nos dan un poco más de lo que pagamos y mucho más de lo que nos merecemos. Y todo me lo dice ETE con una vehemencia que roza la locura. Con un convencimiento radical, integrista, tajante... Su enojo va en aumento, porque a él le duele. Sí, señoras y señores, a él personalmente le duele sobremanera hablar con pobres imbéciles como yo, y como tantos otros a los que debido a nuestra débil naturaleza y deficiente espíritu nos han engañado con jugosas pero deficientes ofertas telefónicas.
En ese punto, yo ya estoy por llamar a mi abogado para denunciar y meter en la cárcel a todo bicho viviente de la aviesa compañía telefónica que me ha tomado por un miserable estrafollador. Pero como recuerdo que no tengo (abogado), decido dejarme llevar por la sapiencia y el sincero interés desplegado para mi beneficio de ETE, que está claramente de mi lado. Por lo tanto, crecido por sentirme protegido por un ser superior, a resguardo de las malas artes de las compañías telefónicas maquiavélicas, me atrevo a preguntarle qué me ofrece su (que digo "su"..."nuestra") altruista y superior compañía telefónica. Para mi asombro, a ETE le cambia de nuevo la voz. En este caso pasa a ser la más reconocible voz automatizada de oferta telefónica. Pierde buena parte de virilidad e interés con el tonito, pero aún así, impregnado aún como estoy de su sabiduría y saber estar, escucho con verdadero interés y un punto de ilusión lo que tiene que decirme.
Yo creo que a todos nos ha pasado alguna o varias veces en la vida. Que se te cae un mito. Tú , por la razón que sea, elevas a alguien hasta los altares de algo...del deporte, la literatura, de la telefonía fija o móvil... y resulta que cuando más esperas de ese semidios, cuando pones toda tu confianza en él, va éste y te decepciona. Y le pierdes todo el respeto. Que tú no quieres, porque al principio te cuesta creerlo...pero al final se lo pierdes. Porque digo yo, que después de todo lo que me ha soltado el fiera, que no me ha azotado en el culo (no de manera lúdica o lujuriosa, sino de la otra) de milagro, la oferta que debería hacerme aunque sea con voz de pito, debería ser cojonuda. La reafirmación de mi imbecilidad anterior. De mi incompetencia como titular de línea telefónica. Pues no. Lo que me ofrece es peor. Y él lo sabe. Porque hasta yo, que soy un titular de cuenta telefónica imbécil y estrafollador lo sé. Lo peor, es que por un momento creo detectar hasta que él sabe que yo sé que él lo sabe. Y le tiembla la voz. Se vuelve un ser mortal y dubitativo. A tomar por culo el mito. Así que, con la moral por los suelos pero empezando a subírseme un poquito de enojo telefónico, para no cagarme en su puta madre porque soy un tipo con clase, utilizo la táctica disuasoria que tantas mujeres han usado conmigo y con tantos otros imbéciles como yo...sí, esa de: "Ah, me parece estupendo...Pues nada...ya te llamo yo si eso..." y cojo y le cuelgo.
El problema eres tum eso está claro, eres un estrafollador, lo llevas en la cara, y seguro que lo transmites por el ADSL telefónico (ya verás cuando tengas fibra óptica). Cuatrocientas llamadas y lo coges, si es para quitarte la batería.
ResponderEliminarYo también debo ser un imbécil, con móvil, pero que no llega a comprender que siempre paga de más por el contrato de línea que tiene suscrito. Y debe ser evidente porque a mi me lo cuenta una muchacha con acento sudamericano, que se ve que entiende, y que con mucha educación me comenta: como es su nombre para dirigirme a usted...
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